La coronación de Vélez Sarsfield como campeón
del Torneo Inicial de fútbol de la República Argentina, no hace más que
consolidar un estilo de juego y de conducción, dignos de ser admirados. La
estructura de trabajo y las decisiones que caracterizan a la historia del
Fortín, deberían ser imitadas por el resto de las instituciones.

Para diluir el vicio y romper con el vínculo que
denota el fútbol con los acuerdos y actividades ilegales, se debe contraponer
esta cara de la moneda. Concebir al deporte desde su verdadera esencia, resulta
un acto difícil de concretar en este país, debido a las mafias que aquejaron
todos los sectores y ámbitos sociales. La trampa y el engaño se denotaron como
las soluciones para el triunfo rápido y certero, sin embargo algunos se animaron
a romper con dichos paradigmas. Lejos de las conducciones presidencialistas
gobernadas por empresarios de turno, Vélez se concentró en otros objetivos
finales. Sus metas preestablecidas caminaban del lado del éxito deportivo, no
de la búsqueda de un enriquecimiento a costas de la entidad. Y vaya que
demostró que la paciencia y el trabajo son los ingredientes suficientes para
lograr esas victorias tan anheladas.
Las décadas colocaron a la institución de
Liniers en los escalones más altos del nivel deportivo, transformándose en la
envidia y codicia de los embaucadores, que sólo lograron generar deudas a largo
plazo en todas las entidades futbolísticas. Apañados por la AFA y sus
concesiones, fueron dilapidando la fortuna de los clubes y destruyendo las
capacidades edilicias de los mismos.
Hoy, el nuevo paradigma de conducción parece
renacer ante los nuevos dirigentes. El desprecio al viejo esquema, provoca en
las nuevas generaciones una necesidad de tomar el poder, para batallar contra
los molinos aún vigentes.
Vélez es el gran referente y cuenta en sus filas
con energía para rato. La propuesta de imitar esos procesos se reflejan de
manera permanente, buscando concientizar a las conducciones. ¿Será que el
fútbol podrá sobrevivir de alguna otra manera?