El club Juan XXIII,
paradigma de desalojo
Los terrenos municipales cedidos para el desarrollo social
son manipulados a la conveniencia de los gobiernos de turno
Por Román Garrone y Gisela Rodríguez
Las asociaciones y entidades deportivas cuentan con instrumentaciones y reglamentaciones propias que responden a sus principios, las cuales demarcan y definen su identidad. El lugar de emplazamiento de los clubes refleja otro factor clave de pertenencia, el cual edifica la imagen y la historia de la institución. Desde hace años, las entidades de la ciudad de Rosario denotan un panorama indefinido en cuanto a la adquisición de un espacio propio donde construir un proyecto para las futuras generaciones. El paradigma del desalojo llegó arraigado de la mano de la cesión de terrenos fiscales por parte del municipio. Los clubes se encuentran entonces ligados a las determinaciones de los gobiernos de turno o los convenios que los mismos crean convenientes realizar. La Municipalidad toma en cuenta el pago del menor costo político en cuanto a las decisiones territoriales, y precisamente las asociaciones deportivas se encuentran entre los sectores más débiles y de menos poder. El Municipio busca además el menor valor de inversión para no sufrir consecuencias económicas, condenando al endeudamiento de los terceros, los clubes.
Decenas de instituciones de la ciudad de Rosario padecen la falta de un predio de su propiedad y adecuado a las circunstancias deportivas. La contención social que brindan son precisamente la clave del desarrollo infantil. Los clubes se definen como la célula de mayor importancia en cuanto a la convocatoria y producción de valores e identidad. Las sociedades se construyen a partir de las entidades recreativas, se definen a partir de las mismas. Los estereotipos de la década del ’90 significaron una variación de paradigmas, por ende un cambio connotativo en cuanto a dichas valoraciones. Los gobiernos preferenciaron sus intereses individuales. Descuidaron la función estratégica de los clubes. “En nuestro país, la mayoría de sus habitantes apoyaron políticas cuyos objetivos básicos fueron, entre otros, la destrucción del sistema educativo,el desprecio por el conocimiento, el ataque sistemático, desde todos los sectores de los distintos gobiernos de turno”, relató Ricardo Castello, un antiguo presidente de Juan XXIII, uno de las entidades más afectadas por las decisiones estatales.
Las diferentes conducciones municipales privilegiaron los negocios inmobiliarios y las construcciones de servicios privados. Vendieron los terrenos de las instituciones en relación a la utilidad que presentaba la zona. Recaudaron a partir de las riquezas de los espacios geográficos y los recursos de los mismos.
La Asociación Deportiva Juan XXIII ha sufrido el problema desde los primeros años de su fundación. El club nació el 25 de Mayo de 1966 a partir de la conjunción de los clubes “Agrupación” y “Villalobos”. La Municipalidad concedió en sus inicios los actuales terrenos del Hospital de Emergencias Clemente Alvarez. Allí se escribieron las primeras jugadas, reglamentaciones y estatutos. Pero al poco tiempo la pelota debió dejar de rodar. Ya para 1981 los militares les expropiaron su primer predio ubicado en Pellegrini al 3200, bajo acciones poco claras que originaron incertidumbre en demasía. El Municipio necesitaba el espacio para llevar a cabo la realización de un hospital de niños. De allí en más comenzó la lucha para el rojiblanco. La Comisión Directiva de aquel entonces impulsó un proyecto para la recuperación institucional y la prioritaria búsqueda de un nuevo emplazamiento. Luego de grandes esfuerzos organizativos se logró la fusión con otra institución preexistente.
El “Club Lealtad-San Francisco Solano” constituyó el convenio y cedió su espacio de Avenida Pellegrini y Valparaíso. Allí se edificó el futuro de Juan XXIII a través del ahínco y el compromiso de las continuas generaciones. Se disponía de un cuarto de manzana a la altura del 4200 y otro sector más en la hectárea cruzando la calle. Se propulsó el desarrollo de los más pequeños a través de las canchas de baby. “El club siempre priorizó como objetivo sacar a los chicos de la calle y el deporte era la herramienta fundamental”, expresó Castello, un ex presidente. También se construyeron canchas profesionales para la competencia y espacios para la recreación post partidos. Se comenzó a trabajar con ahínco y dedicación a fin de transformarlo en lo que luego sería, durante varias décadas, su sede deportiva. La llegada a ese espacio de la ciudad surgía de un convenio pactado por 30 años, pero “por la plata baila el mono” y lo acordado no se cumplió. En 1996, durante la gestión del ex intendente Héctor Cavallero retornaron los fantasmas de un nuevo desalojo. Se determinó la venta de un sector del predio a la Asociación Mutual de Trabajadores Municipales (Amtram), en pos de la realización de viviendas para sus asociados. La organización luchó desde sus inicios en 1991 por el servicio de un plan habitacional como prioridad.
Pedro Miguél Mermín - Vicepresidente de AMTRAM
"Se hizo la compra de los terrenos a la Municipalidad"
Por 14 años se permitió que el club continuara desarrollando sus actividades en el lugar, hasta que la Mutual encontrara un financiamiento para su ansiada obra de viviendas. Pero la desidia parecía no tener fin para la institución rojiblanca. La desazón se hizo sentimiento nuevamente cuando en diciembre de 2004, durante la última sesión del Concejo, se aprobó la autorización para que la compañía provincial de la EPE instale allí una subestación transformadora. La causante de este problema, fueron los constantes cortes de energía eléctrica suscitados en toda la ciudad. en el 2005 el gobierno municipal exigió los terrenos ocupados por las canchas de once y se inició el desmantelamiento.
"La obra se comenzó a levantarse en el 2008 y se concretó de una sola vez", relató un vecino lindero a la misma. Los padres lucharon de par en par con los habitantes de la zona, pero los esfuerzos fueron en vano. "Apenas los vecinos nos enteramos de la construcción salimos a la calle a cortar Avenida Pellegrini, pero nadie nos escuchó", sentenció un ciudadano expresando que el terreno cotizaba en alza por la ubicación estratégica de la central. En esos espacios verdes disfrutaban diariamente del fútbol unos 600 chicos y jóvenes. Se discutieron diferentes alternativas dentro del Poder Ejecutivo para suplir el destierro. Una de ellas concluyó con el rechazo de los dirigentes de Juan XXIII debido a la lejanía que presentaba para los jugadores de la zona.
La Intendencia había ofrecido los terrenos de Sánchez de Loria y Alberti. Otra de las propuestas, que resultó más descabellada aún, fue la de un espacio mucho menor y cerca del aeropuerto de la ciudad. Negada esa opción se siguió con la discusión y como última resolución se declaró el otorgamiento de un nuevo predio situado en 27 de Febrero entre Río de Janeiro y Valparaíso, el cual contaba con 81 metros por 112 de extensión. La cercanía con el otro espacio resultó fundamental para aceptar la cesión de dichos terrenos. El espacio sin embargo no contaba con absolutamente ningún recurso. Todo se hizo a pulmón, con el aporte de particulares, empresas, dirigentes y amigos y vecinos del club. Nunca se obtuvo el dinero pactado como entrega. Los 160 mil pesos encomendados por el intendente Miguel Lifschitz nunca culminaron en obras.
Tesorero Juan XXIII Germán Tomasini
"Nos dieron un subsidio de 4.000 pesos"
La Municipalidad los dejó abandonados frente al azar de la precariedad de la zona. En medio de una villa, con la insuficiencia de una seguridad acorde. Poco a poco se comenzó a redimensionar la gloriosa historia a partir del fútbol y la nueva infraestructura. Se edificó sólo a partir de la lucha y el compromiso individual y colectivo.
"Raíz de herencia que nunca te van a poder arrancar de las venas"
Se construyeron las canchas profesionales con vestuarios, un quincho y un buffet. Desde la nada se erigió este nuevo espacio que le fue asignado a la institución. Pero acostumbrando a los tropiezos surgió otra novedad de mal gusto en el 2010. La Mutual de los trabajadores municipales ya contaba con los recursos para la construcción de su edificio de viviendas. Hasta allí se trasladaron nuevamente las malas noticias. Después de 13 años, Amtram reclamó sus terrenos y comenzó otro nuevo desalojo para la Asociación Deportiva Juan XXIII. Las canchas de baby debieron reducirse, adaptándose a los designios que el gobierno de la ciudad fue estableciendo con el correr de las décadas. Se trataban de 1.703,33 metros cuadrados . La obra se enmarcó bajó el Programa de Viviendas Unifamiliares con Entidades Intermedias.
El plan N° 5.123, que contribuyó a 58 familias, dejó a su vez a muchos chicos nuevamente en la calle sin posibilidad de la contención deportiva y social. Se privilegió a los más fuertes de la pulseada, siendo que la Municipalidad contaba con muchos otros terrenos fiscales para la construcción. El plus de ese predio era precisamente que no debían invertir en la generación de los servicios, el espacio contaba con todos ellos en su totalidad. Se revalorizaron así los intereses particulares debilitando el desarrollo de la niñez.
Carlos Corbella
Presidente AMTRAM
La realización de la torre costó tan sólo $ 11.068.124,32 y extendió su plazo de ejecución en 14 meses. En el 2011 ya se había realizado el sorteo para seleccionar a los propietarios y el club Juan XXIII debió conformarse con lo que le quedaba de segmento territorial.
"Construcción en conjunto con la división provincial de Vivienda y Urbanismo de Santa Fe"
Presidente AMTRAM
Finalmente a fines del pasado año se inauguraron las 58 viviendas en propiedad horizontal, de las cuales 28 son de tres dormitorios y 30 de dos dormitorios, y que contó además con la realización de un par de locales comerciales. El inmueble también posee cocheras propias para uso común de los adjudicatarios. La empresa que llevó adelante la edificación se caracteriza por ser la ganadora de muchos otros concursos de obras públicas y privadas de la provincia. Entre los más destacados, Pecam S.A. lleva adelante los proyectos de la restauración de la estación de colectivos Mariano Moreno, la continuidad de las viviendas sociales “Sueños Compartidos” de la Fundación de Madres de Plaza de Mayo y poseía además la licitación del Puerto de la Música, junto con otras dos empresas (Obring y Milicic).
Pedro Miguél Mermín - Vicepresidente de AMTRAM
La Municipalidad brindó y brinda total confianza a la constructora Pecam a pesar de que en la misma se han desarrollado desgracias laborales. La fatalidad ocurrió el 8 de Junio de 2011 cuando murieron Ceferino Crespo y Julio Lucero en una obra de zanjeo en la intersección de las calles Herrera y Unión, en el noroeste de Rosario. Las tareas, encargadas por la Dirección Provincial de Vivienda y Urbanismo, estaban a cargo de la UTE conformada por las empresas Pecam S.A. y Del Sol SRL. El problema de las sociedades se da cuando los municipios no protegen precisamente las necesidades de las mayorías. La Municipalidad ha estado actuando a favor de algunos sectores, los empresarios, marginando a los más carenciados y a los trabajadores de escasos recursos. Con las cesiones de los terrenos a empresas privadas en Puerto Norte se contemplan los intereses y objetivos de la conducción. Se dejan de lado las políticas de prevención deportiva en búsqueda de inversiones de capitales extraordinarios. Se comienzan a divisar en los últimos años en curso esas dos caras reflejadas de la realidad, en la cual las instituciones sociales deben conformarse con mínimos predios en precarias condiciones.
Los clubes merecen contar con su propia personería jurídica y deportiva y comenzar a transformarse en propietarios. En la ciudad de Rosario existen numerosos paradigmas de desalojos, con el ejemplo de Juan XXIII a la cabeza, pero pudiendo citar también al Deportivo Club Rosario Morning Star, a la Agrupación Infantil Arijón, el Club del Ateneo Pablo VI y entre ellos también la institución Central Córdoba. El último caso de mayor relevancia se descubrió ante el lanzamiento del nuevo plan de viviendas de la Argentina. Tras el anuncio del Plan ProCreAr el gobierno nacional dispuso 4,75 hectáreas de terrenos fiscales ubicadas en Rosario para ser utilizadas en la construcción del proyecto. Unas de ellas son las 5 hectáreas donde hoy funciona el Club Tiro Federal en el Distrito Norte y las 20 hectáreas que pertenecen a la Adif (Administración de Infraestructuras Ferroviarias), en la calle Sorrento al 1400. La mayoría de esos espacios hoy están siendo ocupados, con contrato previo, por el Club Argentino de Rosario. Por lo cual los terrenos y los clubes se encuentran en plena incertidumbre.
A la inexistente colaboración de la provincia, se le sumó a la Asociación Deportiva Juan XXIII un período de ineptas dirigencias, lo cual mantuvo al club inmerso bajo una gran deuda y cerca de la desaparición. Se vislumbra que se debe establecer con urgencia un marco regulatorio que además sea capaz de impulsar un proyecto que los contemple, para que los mismos no vean trunco su desarrollo y objetivos futuros.
Tesorero Juan XXIII
La provincia debe crear, de ser necesario, un área específica para brindar las herramientas y sustentos necesarios a las entidades deportivas. En el 2010 existió un esbozo que parecía ser el principio de una continuidad de proyectos futuros. Por aquel entonces se reunieron el ministro de gobierno de Santa Fe Antonio Bonfatti y el presidente de la Asociación Rosarina de Fútbol Mario Giammaría, y otros miembros de la mesa directiva de la ARF. El objetivo primordial fue la firma de un convenio entre el estado provincial y la Asociación del Fútbol Argentino.
Se buscaba la mancomunión en pos del sueño del terreno propio. Se asumió el compromiso de regularización jurídica y ratificación de dominio de los inmuebles que ocupan todas aquellas entidades deportivas santafesinas. A dos años de ese pacto, no existieron novedades al respecto. Un nuevo convenio firmado. Un nuevo proyecto establecido. Y nuevamente ningún avance, sino que en Rosario y el resto de las provincias continúan en retroceso.
La juventud y las asociaciones necesitan del apoyo del resto de la sociedad para sobrevivir en un sistema capitalista y basado en el mercantilismo. El terreno propio debe ser una prioridad y no la es. No existen las garantías constitucionales para el desarrollo de las instituciones, células indispensables del progreso barrial.
En la lucha Juan XXIII sobrevive y crece al compás de los niños y sus familias. Mucho queda por construir hacia el futuro, pero los actuales directivos creen y progresan a partir de la superación. Con pocos meses comandando la entidad se vislumbran los primeros brillos de esperanza y esperan con ansías que en algún momento lo positivo llegue desde los distintos poderes de turno.
Germán Tomasini
Los sueños se construyen con ideas propias y ajenas, se moldean y se adaptan a las realidades de cada momento histórico. La lucha por los terrenos y por el título de propietario todavía continúa, pero cada día con mayor ilusión.
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