Por Bruno Camusso
En una casa de interior
prolijo y ordenado, con un perro de raza Caniche Toy que tal vez no le hace
honor a un tipo tan duro, Cristian Demo, mejor conocido como Quique, se dispone
a responder algunas preguntas del mundo de las artes marciales. Demo era un
aficionado al gimnasio de aparatos y se introdujo en el mundo de las viejas
disciplinas orientales cuando en el club Chañarense, de la localidad de Chañar
Ladeado, el profesor Martín Trevisán se encargaba de la enseñanza del Kung Fu.
“Arranqué en Chañarense, como alumno. Después pasé a ser ayudante con Martín
Trevisán que era el profesor de Kung Fu en aquel entonces. Después Martín se
fue y el club me ofreció para ser profesor en la parte de Kung Fu: estuve un
año en la institución, luego me retiré y me ofrecieron en el gimnasio Korper”,
comentó Quique.
En una repisa se pueden
observar distintos trofeos, medallas y un diploma que lo certifica con la Faja
Negra en la disciplina del Kung Fu, aunque Demo aclara que dejó a este deporte
un poco olvidado. “Después del paso por Chañarense dejé el Kung Fu y seguí con
otro arte marcial que es un poco más completa, el Jiu Jitsu Tradicional.
Comencé a entrenarlo en Rosario, donde sigo yendo para capacitarme. Lo que yo
doy (enseño) en el gimnasio no es tan completo como lo que hago en Rosario,
pero es la base de un entrenamiento para que lo pueda practicar quien quiera.
Ya hace más de dos años que estoy con esto en Korper”, manifestó.

A este tema se suma uno
de los alumnos de Demo, Guillermo Pérez, de 20 años, que relata cómo fue que se
interesó. “Yo era un fanático de las películas de lucha y cuando me enteré de
que en el gimnasio se enseñaba defensa personal enseguida me fui a anotar.
Además, no había tenido la posibilidad de practicar Kung Fu en Chañarense”,
manifestó Pérez. El aprendiz comentó lo que, fundamentalmente, suscitó su
interés: “Podía llegar a aprender cosas que pueden servir para defenderse en la
calle, más en estos tiempos donde hay tanta inseguridad”. Sumado a esto,
comentó que “este tipo de cosas pueden llegar a ser necesarias, tal vez no en
un pueblo, pero sí en la ciudad”.
Por lo general, estas
disciplinas milenarias son muy rígidas en sus estructuras en lo que tiene que
ver con el entrenamiento y el comportamiento. ”No se les exige mucho, pero sí
hay ciertas reglas que yo quiero que se respeten para que después no haya
problemas entre compañeros o en la calle. Ahí adentro tienen que ser todos
amigos y entender que no es una competencia de uno contra otro. Como es
recreativo no quiero que haya problemas entre los compañeros y, si existe un
golpe demás, saber aguantarlo también es parte de la disciplina”, reflexionó
Quique.
Pérez recordó una
anécdota. “Me acuerdo que una vez estaba entrenando con un compañero y sin
querer me golpeó fuerte en la mandíbula y me cortó el labio. La verdad es que
yo lo quería matar, pero Quique me calmó y me obligó a tranquilizarme o, sí no,
iba a tener que dejar de entrenar. No pude decir nada porque esto es así, son
cosas que te pueden pasar”, expresó.
En caso de una situación
límite, es difícil saber si alguien va a estar preparado para defenderse
mediante el uso de técnicas de combate en una pelea callejera. “Es algo que depende
del alumno, de cómo esté en ese momento -adelantó Demo-. En realidad las
técnicas se practican 100, 200, 300 veces hasta que se llevan al subconsciente.
Entonces, en una situación límite uno no tiene que pensar en cómo hacer la
técnica, fluye naturalmente, si vos pensás la técnica en ese momento no te va a
salir. Si bien un ataque real no es como se entrena, porque en práctica se
entrena suave y uno ya sabe cómo viene el golpe, en la calle no, no sabés ni
cómo ni cuántos te atacan. Entonces depende de la persona y de cómo esté en ese
momento”. No obstante, agregó que lo recomendable es “siempre prevenir,
conversar con la otra persona en vez de ir directamente a los golpes, siempre
se negocia antes de ir a los golpes”.
Para entender un poco
mejor este tipo de cuestiones, Quique siguió explicando. “La defensa personal
se divide en cuatro etapas: la prevención, la disuasión y/o la negociación y,
recién después de eso, viene la parte de la defensa personal. La última parte
es la post situación, que tiene que ver con que hayas recibido o aplicado un
golpe y tengas que llamar a un médico, que venga y que tengas que hablar con la
policía, que después haya revancha, por eso la defensa personal se divide en
fases. Al alumno lo que trato de enseñarle es eso, porque muchos piensan que es
ir directamente a pelear, pero no. Casi siempre se negocia con la otra persona
para que no haya problemas, que pueden ser también problemas legales por
supuesto”.
Pérez comentó otra
anécdota. “Una vez un compañero tuvo un problema a la salida de un boliche y
llegó a oídos de Cristian. Como el chico tuvo que defenderse no fue tan severo
como, por ejemplo, de llegar al extremo de expulsarlo, pero sí lo castigó en el
entrenamiento, le preparó una parte física mucho más dura que al resto”,
comentó el alumno.

Ese es, en alguno de sus
aspectos, el mundo de la defensa personal. Una disciplina que se nutre de
muchas otras, pero que fundamentalmente trata de imprimirle a quienes la
practican, la posibilidad de saber que hay una salida antes del conflicto y, en
caso contrario, saber cómo defenderse cuando el peligro es inminente.
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