miércoles, 28 de noviembre de 2012


El poder de las barras
al mando de los clubes

Los violentos se transformaron en partícipes de los negociados
a partir de la complicidad de los dirigentes y la justicia

Por Román Garrone, Gisela Rodríguez y Pamela Roldán
El deporte construye y estructura la vida en sociedad, los hábitos y los modos. Resulta un factor trascendental para la comunidad. El fútbol, como actividad deportiva de mayor masificación, representa a dicha sociedad y como tal se genera de las virtudes y vicios de la misma. En 1960 se tomó la primera de las medidas oficiales para prevenir lo que se denominaron actos de inconducta dentro de las canchas. Se separaron los aficionados de sus rivales, estableciendo diferentes puntos de concentración de las parcialidades en los estadios. Pero los primeros indicios de violencia se comenzaron a vislumbrar con mayor consideración a partir del nacimiento de los Hooligans en Inglaterra, con la Copa Mundial de Fútbol de 1966.
Se identificó a dichas reacciones violentas con la creciente ola de marginalidad, sobre todo la de los otros grandes centros industriales. De este modo los desocupados o excluidos del sistema, fueron asimilados en todo el mundo a las barras bravas de Sudamérica. En el continente la inseguridad presentada en los espectáculos deportivos, llegó de la mano de otros factores de causas. “En la Argentina el vínculo entre las barras y los dirigentes se comienza a denotar antes de la década del ’90. Raúl Gámez, ex presidente de Vélez y conductor de la barra brava, asume que la historia contemporánea de los violentos se inicia en el Mundial de España de 1982, en plena Guerra de Malvinas –expresó el periodista Carlos del Frade-. Allí la dictadura militar paga por primera vez a las barras para que vayan a alentar a la selección argentina. Ese fue el punto de inflexión, lo que antes era la barra que seguía a los equipos a todos lados y que recibía gratis entradas o pasajes, deriva en un grupo organizado de tareas a favor de aquellos que manejan las comisiones directivas”.
Las dirigencias se confirmaron entonces como los principales responsables del inicio de la violencia en el fútbol. Se entronaron como los administradores de las barras bravas, a las cuales les cedían sus ganancias a cambio de protección y resguardo y para la utilización de sus miembros en la realización de trabajos indeseados. “Las barras bravas influyen tanto en la toma de decisión de los clubes porque son utilizados como fuerza de choque por los propios dirigentes. Se intercambian beneficios, cada uno según los intereses que persiguen”, relató Roberto Mensi, perteneciente a un espacio político deportivo.

La historia y los desenlaces de la misma confirman a los conductores de los clubes como los máximos culpables de la violencia inusitada, la cual responde a temáticas de fondo de alta complejidad social. Fueron los responsables de otorgar generosas donaciones a los grupos de tareas que ofician como barras, aquellos que participan de un sinnúmero de negociados de manera activa. Ni el poder Judicial ni el Ejecutivo y mucho menos el Legislativo, se han involucrado en dicha trama de intereses. Disposiciones que favorecen a pocos, mientras se privatiza y dilapida el patrimonio colectivo y público, destruyendo los clubes de fútbol.
La burguesía, hija del terrorismo de Estado y del menemismo, dio pie a las conducciones de poco bagaje moral y ético, desprestigiando el objetivo deportivo del fútbol en su esencia. El poder de los acaudalados empresarios los catapultó a la conducción de los clubes en los años ’90, donde la crisis azotaba sin compasión la economía nacional. En provecho tomaron parte las instituciones y allí comenzó a vislumbrase, ya sin tapujos, una notoria complicidad con los violentos de turno. Tomaron a las entidades futbolísticas para refugiar sus tramas ilegales, desviando la mirada de la justicia. Se generó un alto grado de impunidad y se concretó una acumulación de poder político y económico en exorbitantes porcentajes.

En la ciudad de Rosario existen paradigmáticos ejemplos de la estrecha relación entre políticos, dirigentes y la barra. Y, por ende, como resultante la violencia. “En Rosario Central, Antonio Andrés Vanrell fue una figura de gran poder. Fue vicegobernador de la provincia de Santa Fe, detenido y juzgado luego por la comisión de delitos”, sentenció Carlos del Frade. “Vanrell fue uno de los que reivindicó la figura de Andrés ‘Pillín’ Bracamonte”, explicó. Años atrás el político afirmó que era bastante prolija la conducción de la barra con Bracamonte, admitiendo que existía un comportamiento correcto del sector conductor de la hinchada. “El Pillín posee seis hojas de prontuario”, refutó del Frade. A Bracamonte se lo vincula además con Juan Carlos Silvetti, un abogado agente FIFA y ex secretario de la Federación de Geriátricos de Argentina, cargo por el cual fue procesado junto con Víctor Alderete, el reconocido titular del PAMI en la década del menemismo. Se los procesó por estafas a la obra social de los jubilados. La impunidad de los barras bravas se forja todos los días con episodios sistemáticos.
Un claro episodio en Rosario Central se dio cuando la barra reclamó, años atrás, dinero por la realización del recital de Ricardo Arjona en su estadio. El empresario que había contratado al artista ya había acordado al club el pago de 100 mil pesos por el alquiler de la cancha, pero se encontró con un nuevo pedido de dinero. La barra le exigía 20 mil pesos más, relató el periodista Gustavo Veiga el 3 de diciembre de 2006 en el diario Página/12. “Si no los ponés, los que vayan en auto al recital se van a quedar sin vidrios”, expresaban las amenazas recibidas por el organizador del espectáculo. El relato de la noticia continuó con lo que le comentó el entonces presidente de Central, Pablo Scarabino: “Bueno, pongamos 10 mil cada uno”. Todo un ejemplo de la impunidad con que se manejaba un grupo que hace rato dejó de formar parte del mero folklore.
Se trata hoy de una fuerza de choque que genera el derecho de admisión, presiona en las asambleas, en las tribunas y en las calles, manejando dineros en cantidades inimaginables para el común de los hinchas. Pero los actos de mayor gravedad se denotan con el atropello de la vida misma. El hincha de Central Daniel David Margarone fue asesinado de un balazo el mismo día de la asamblea del 2007, en la cual se definió la junta electoral para los comicios del día domingo. El crimen respondió a una interna sin límites por el poder de la barra brava. Nunca hubo imputados por dicha causa, que se cobró una vida. La fiscalía de Estado de Santa Fe habrá tomado nota de los cuestionamientos sobre las estrategias políticas que jamás serán respondidas a los supuestamente verdaderos dueños de los clubes.
Años antes al asesinato, el 30 de junio de 2004, Pablo Scarabino, ex presidente de Rosario Central, presentó en los tribunales rosarinos un informe sobre distintas operaciones comerciales realizadas por firmas vinculadas al empresario Orlando Vignatti, Cable y Cía S.A. y Millhan Corp S.A. Las empresas no estaban registradas en ingresos brutos en la provincia de Santa Fe, ni el capital social que puedan justificar aquellas inversiones. Vignatti se trataba nada más ni nada menos que el fundador de El Ciudadano, actual responsable del comité editorial del diario La Capital, ex director del Banco Provincial de Santa Fe y actualmente propietario del grupo Ámbito Financiero y El Tribuno de Tucumán. El informe se completaba con la presentación de 29 documentos que ejemplificaban maniobras similares con respecto a manejos de fondos, préstamos y las ventas de Rivarola, Quinteros, Arriola, Lorenzetti, Álvarez, Ledesma, Arias y González. Las ventas de los jugadores nunca fueron autorizadas por la justicia. Resultó que la “coadministración del club” era entonces una realidad, política, económica y deportiva.
Se especificó que las empresas gobernaron a través de Horacio Carbonari como representante en su cargo de secretario técnico y a partir del agente de jugadores Juan Carlos Silvetti. Las leyes del mercado futbolístico, en corto plazo, son ajenas a la discrecionalidad del club, e instituyen un límite a sus posibles estrategias. La obtención de una mayor rentabilidad es indisociable de la asunción de mayores riesgos. “Scarabino resignó la política. No confió en los tiempos de construcción democrática”, argumentó Carlos del Frade al respecto. El fútbol, los medios y la justicia son tres factores de poder que avanzan en contra de los sueños de las mayorías y que, por consecuencia, favorecen a las minorías que gozan con el folklorismo que produce enfrentamientos irracionales. El destino del club tendrá como resultado el que imprima la permanente disputa entre los negociados, la censura y la mentira que imponen los grupos de tareas y el protagonismo y la exigencia de una real democracia que necesitan los asociados.

Un informe presentado a principios de diciembre de 2006 por la diputada provincial del radicalismo Mónica Peralta, sentenció la opinión de un total de 352 personas acerca de la violencia en el fútbol. De los encuestados el 33 por ciento cree que es seguro concurrir con su familia a los partidos, mientras que un 64 por ciento contestó que es inseguro concurrir. Un 72,16 por ciento confirmó que es muy importante el rol de la policía en la seguridad de los espectáculos. En cuanto a los barrabravas el 67,04 por ciento argumentó que los mismos tienen una importante responsabilidad en la seguridad de los encuentros. Para finalizar el 57,38 por ciento de los encuestados opinaron que el gobierno tiene la mayor de las responsabilidades en la inseguridad de los eventos deportivos. El 50,85 por ciento aseguró también que los dirigentes del fútbol tienen la gran responsabilidad al respecto y la misma cantidad cree que los intereses que rodean al fútbol tienen una relación directa con los encuentros de clubes argentinos. En las conclusiones puede advertirse claramente cómo la policía, los barrabravas, los dirigentes del fútbol y el gobierno son responsabilizados por la violencia. Son sujetos que conforman una unidad, un todo que interactúa bajo intereses en común. Al identificarlos unidos, vinculados y nunca por caminos separados, el resultado de la encuesta muestra una de las principales aristas del problema: los intereses minoritarios de los grupos de poder se imponen a los deseos y necesidades de las mayorías.

Del Frade acotó: “Eso de Hinchadas Unidas Argentinas y el viaje al Mundial de Sudáfrica, amparado por el gobierno nacional, fue una verdadera vergüenza. Personajes absolutamente prontuariados viajaron. Que lleven a Sudáfrica a esas personas demuestra un alto grado de connivencia de parte del gobierno nacional con las barras, un vínculo bastante obsceno”. En Rosario uno de los casos más emblemáticos y de estrecha relación entre la barra y la dirigencia se vislumbró a partir del mandato de Eduardo López como presidente del Club Atlético Newell’s Old Boys.


    "La barra era un grupo que se encargaba de acallar a todo aquel que pensara distinto", sentenció Federico Ripani, acompañante de la comisión actual de Newell's Old Boys.

El 17 de octubre de 2007, el abogado Gabriel Monserrat, uno de los principales opositores a la administración de López, denunció una agresión contra su persona. Lo amenazaron con pintadas en su estudio jurídico. Ese mismo día se produjo una concentración opositora a dicha conducción política de Newell’s.

              "Los barras amenazaban a las familias y nos complicaba en el trabajo", argumentó Roberto Benedetto, actual protesorero de Newell's.
“Durante años se juntaban avales para realizar elecciones en el club, pero López denunciaba a la justicia que los mismos eran truchos y nunca se llevaban a cabo elecciones limpias. Sabemos que estaba en connivencia con la justicia”, expresó Silvia Bossio, actual vocal de la comisión directiva. Bossio agregó: “Cuando se hacía una asamblea no se podía entrar, sólo ingresaban las personas que la barra quería”.

    "Claramente la barra era un grupo de delicuentes", expresó Sergio Ripani, miembro de Socios e Hinchas Autoconvocados.
“La barra siempre se manejó con mecanismos de violencia y de censura hacia las voces disidentes. No podía manifestarse de ninguna manera en la cancha, el único espacio que había para expresarse –sintetizó Julieta Díaz, oposición desde el 2007-. Bajo ningún punto de vista se podía hacer algún
cántico alusivo a ningún pensamiento diferente porque automáticamente venían a golpearte o a agredirte de manera verbal”.

Después del 2004 fue mucha más intensa la relación de la barra con la dirigencia de Newell’s Old Boys. “Tenían negociados con el estadio cubierto. Se sabe que también manejaban los pases de algunos jugadores de divisiones inferiores. Era verdaderamente poco serio el manejo y realmente era un manejo mafioso el que se tenía a nivel institucional en todas las dependencias del club”, explicó Julieta Díaz.

“Fue una relación de las más estrechas y de las más obscenamente públicas en lo que significaba la relación entre un presidente de un club y el jefe de la barra”, reconfirmó el Carlos del Frade. Con Pimpi Camino a cargo de los violentos se estableció uno de los mecanismos de represión de los más organizados. “Consiguió a dos secuaces, Lalo y Cohen como encargados de hablar con la policía por el reparto de las entradas, mientras que Tato y Juan manejaban al resto del grupo de la barra. La relación con López fue de confianza y hasta se había pactado una remuneración para mantener a la gente tranquila sin quejas ni oposiciones a su candidatura”, expresó el periodista.

  "Los vínculos de negocios llegaron demasiado lejos", sintetizó Roberto Mensi, integrante de la argupación Socios e Hinchas Autoconvocados.
 El 27 de febrero de 2008, el diario Clarín, a través de una nota firmada por el periodista Gustavo Yarroch, denunciaba que la barra de Newell’s había agredido a un grupo de hinchas opositores al presidente Eduardo López. En la década del ’70 las barras no atentaban contra su propia hinchada. Los intereses en juego sobrepasaron los límites del fanatismo. El de Newell’s se transformó sin dudas en el ejemplo más paradigmático. El grupo liderado por Roberto “Pimpi” Camino construyó así una identidad propia al impartir tanto respeto como miedo.
                      "La policía liberó zonas", argumentó Julieta Díaz, miembro de SeHA

Se demuestra una vez más que la construcción de los negocios mafiosos vienen de arriba, no de abajo. “Hoy en Rosario la hipótesis que se da es que la policía forma las barras bravas, por eso se habla de que al ‘Panadero’ Ochoa lo sostiene la policía y que al Pillín lo sostiene la policía”, relató Carlos del Frade.
En la ciudad de Rosario se ve a los integrantes de las barras formando parte de negocios del narcotráfico, de los desarmaderos de autos, del negocio delictivo propiamente hablando. Los negocios de la cancha chica del fútbol demuestran cómo funcionan los grandes negociados de la sociedad.

  "No hay nada que te garantize más impunidad que un club de fútbol", remató Roberto Mensi. 
“Mientras que las fuerzas políticas ni las judiciales se decidan a terminar con los vínculos que tienen con las barras bravas, la violencia en el fútbol difícilmente termine”, remató Roberto Mensi, partícipe del movimiento político actual de Newell’s Old Boys. Los asesinatos de la institución nunca tuvieron responsables condenados penalmente, siendo el asesinato de Gonzalo Ferrero en el banderazo de 2005 uno de los más brutales. Mientras tanto nadie fue juzgado al respecto. En el resto de las instituciones futbolísticas de la Argentina se describe una misma historia, donde el poder sindical y político evita que los violentos reciban los castigos necesarios y merecidos.

Las complicidades se encubren recíprocamente. A los barrabravas no les cuesta acompañar a los equipos o progresar patrimonialmente. Son los socios menores de los grandes empresarios. Un círculo vicioso que día a día se cobra más víctimas, propagando además de las bajas físicas, la muerte del fútbol como espectáculo deportivo.
“Mientras volvíamos, algo embarrados, con las rodillas raspadas y la pelota bajo el brazo, me preguntaba, ¿dónde se podrá conseguir una buena trompeta? Después de todo, no estaría nada mal que el nene sea el día de mañana un gran trompetista”. El cuento de Néstor Sappietro no deja más que reflejar que el fútbol fue perdiendo las características de deporte recreativo familiar, los lazos se vieron desplazados y los chicos desde adentro de la cancha y los simpatizantes desde afuera son los que pierden. El fútbol se transformó por los violentos y las complicidades dirigenciales en un mero negocio de las partes.

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