jueves, 13 de septiembre de 2012

LOS JÓVENES EN LOS CLUBES


Los nuevos directivos
Por Gisela Rodríguez
 Los espacios sociales viraron prioridades con el correr de los años, transformándose en espacios olvidados, perdiendo el espíritu de inclusión y comunidad de las épocas pasadas. Las crisis y los posteriores avances tecnológicos germinaron otras semillas en las sociedades y los valores fueron mutando en otros ideales. Los paradigmas ligados a la identidad se transformaron, a la par que el pueblo echó raíces.
 Sin embargo, luego del camino recorrido por los ciudadanos a lo largo de las décadas, se comienza a retomar nuevamente aquellos rincones que el tiempo se encargó de borrar. Hoy resulta indispensable que nuevamente se encuentren sitios de pertenencia generados desde la misma célula social. Los desaciertos políticos y las épocas oscuras desviaron la mirada de la construcción popular, aquella que busca un nuevo protagonismo en los tiempos colectivos. En tales construcciones los clubes de barrio resultaron ser la opción. Allí se congregaba toda la comunidad en torno a espacios de esparcimiento deportivo, cultural, donde la participación resultó un factor trascendental.
 Hoy es la juventud la que impone la reconstitución de esas fuentes de inclusión, para sobreponerse a la desaparición de los mismos. A partir de la ayuda desinteresada logran construir proyectos a largo plazo, en pos de desenvolver una correcta conducción de las entidades.

 En el barrio La República de la zona oeste rosarina, el Club El Luchador se emplaza como un símbolo de reconstrucción y asunción de responsabilidades por parte de los jóvenes. Eduardo Dezorzi nació bajo la influencia del club social y con el tiempo entendió que la salvación de dichos espacios se centraba en el compromiso propio y de sus pares. “Nosotros nacimos en este barrio y nos criamos en este club, somos un grupo de amigos que siempre vinimos acá desde chiquitos a jugar a la pelota. Nuestros abuelos eran directivos en comisiones anteriores.

 Después en los 90 por ahí teníamos una participación, o sea el club tenía una actividad que estaba buena. Antes cuando nosotros éramos pibes el club tenía actividades, deportivas, culturales, y una vida social que tenía que ver con el barrio en general. A medida que íbamos creciendo, eso se iba perdiendo, o sea no tenía que ver con la incompetencia de los que dirigían el club, sino con un problema social que abarcaba esas épocas, que eran los años 90, en donde los espacios públicos y de participación sufrían un vaciamiento importante”, remarcó Eduardo Dezorzi.


 Junto con otros jóvenes nacidos en el barrio conformaron una subcomisión para evitar la desaparición del Luchador. “El padrón de socios se redujo terriblemente, creo que había menos de 100 socios, y nosotros éramos pibes y teníamos ganas de hacer muchas cosas. Nos dábamos cuenta que el club se venía abajo y queríamos hacer algo porque lo sentimos nuestro. Era nuestro espacio y teníamos que trabajar para que mejore. Allá por el 2001 ya quedaban pocos dirigentes en el club, fueron muchos años de las mismas conducciones y ya estaban cansados. Era gente grande que ya había perdido un poco el empuje y nos abrieron las puertas para que empezáramos a laburar y ahí nos dieron un poco más de autonomía, y el otro poco que no nos dieron lo fuimos ganando poniendo el pecho”, recalcó. Así nació una subcomisión de jóvenes que organizaba actividades para recaudar fondos y continuar construyendo desde la cultura y la formación de los adolescentes.
 “Las subcomisiones son uno de los elementos más importantes de las instituciones”, remarcó Rolando Rigoli, presidente del Club Atlético San Jerónimo. En la comuna del departamento de San Lorenzo se distinguen las mismas realidades estructurales.

 Los jóvenes han iniciado desde hace algunos años el camino de la responsabilidad social con las entidades deportivas y culturales. “Como todo club de pueblo chico nuestra infancia fue plenamente plasmada en el club, desde las colonias de vacaciones en verano y mediante los partidos de fútbol y tenis infantil”, argumentó Germán Godoy, miembro de uno de los espacios de mayor importancia de participación. En noviembre de 2010 surgió la Agrupación Juvenil Bosque Suizo, parte trascendental del Club Atlético San Jerónimo. “Veíamos que año a año el club decaía estructuralmente. El camping se vislumbraba cada vez más viejo y no se realizaban casi modificaciones. No existía un mantenimiento adecuado de las instalaciones. Cansados de esa realidad y viendo cómo progresaban los clubes vecinos, nos convocamos jóvenes de entre 18 y 26 años para levantar y renovar nuestro amado club”, argumentó Germán. 

 El actual presidente de la entidad, Rolando Rigoli, admitió las falencias que presentaba la institución en materia edilicia. “Verdaderamente no existía el dinero necesario para realizar las reparaciones de envergadura”, agregó. La juventud entonces se puso en contacto con un vivero obteniendo la donación de gran cantidad de plantas y se realizó la construcción de un deck contiguo a la pileta de la entidad. Se mejoró de ese modo el espacio más concurrido por los asociados, pero luego las obras quedaron truncas por falta de aportes económicos.

Rolando Rigoli

 Germán Godoy expresó: “Lo primero que se nos ocurrió fue hacer empanadas y salimos a vender llagando a más de cien docenas. Un éxito rotundo, pero nos consumía mucho esfuerzo y gran cantidad de tiempo. Luego se nos ocurrió la idea de organizar una fiesta para todos los jóvenes del pueblo y localidades vecinas”. 
 La juventud se puso a disposición de la construcción de la comunidad. Se generan así las herramientas necesarias para que los espacios permanezcan activos y signifiquen un beneficio para la sociedad entera. “Los jóvenes se encuentran trabajando con mucho ímpetu. Son chicos que están realizando un esfuerzo importante porque están trabajando y estudiando, y a la vez se juntan para ayudar al club. Están haciendo las cosas bien, siempre apoyándose en gente mayor y consultando las acciones que plantean para el club. Sin dudas que es el puntapié inicial para que luego de unos años puedan llegar a ser directivos del club”, sentenció Rimoli, el presidente.
 Las generaciones se comienzan a suceder a partir de las enseñanzas que dejó el pasado y las posibilidades que brinda el futuro. En el club El Luchador de Rosario, el tiempo ya maduró el proceso, denotando la participación activa de aquella juventud comprometida que se inició a partir de una subcomisión. Allá por el 2002 cada vez más integrantes se fueron sumando a la conducción, consensuando las decisiones con los antiguos dirigentes que todavía permanecían. Desafío y aprendizaje constante que se completó en el 2006 cuando los jóvenes estuvieron listos para gobernar. Responsables directos y partícipes de la nueva historia. “Empezamos a hacernos cargo --reconoció Eduardo Dezorzi, integrante del Luchador--. Sabíamos que teníamos que romper con muchas cosas que estaban establecidas. La participación de los jóvenes permitió que se empiece a pensar a la entidad como un lugar de distensión, eliminando las estructuras sectarias planteadas en años anteriores”.
 La zona norte de Rosario tampoco quedó ajena de tales ideales. El Centro Cultural San Martín fue recuperado por los pibes del barrio con la única de finalidad de romper con los estereotipos de la conducción pasada y abrir las puertas de un espacio para la utilización de todos. “Los que estaban antes gobernando la institución sólo se encargaban del desarrollo del sector del buffet y de la cancha de bochas”, argumentó Esteban Ortega, uno de los jóvenes que trabajan en el club. “Fue inevitable llevar adelante un cambio porque se trasformó también la visión a nivel social y económico. Ahora los procesos se basan en la autogestión, participación y apertura social”. A partir de los cambios de paradigmas los jóvenes fueron ganando espacios, fundamentando su construcción. “Estábamos inmersos en el tema y por ello tuvimos que tomar responsabilidades”, sentenció Ortega, partícipe de un renovado club San Martín de zona Norte.
 Al sur también se respetan dichos paradigmas. En la localidad de Álvarez, el Sportivo Fútbol Club reúne un caudal destacado de jóvenes entusiastas trabajando para la entidad. El secretario de la institución, Germán Buccolini, expresó al respecto: “Hace tres años muchos chicos del club vieron la necesidad de ayudar de manera activa y se creó en febrero del 2009 el grupo de adolescentes que contribuye con aportes a la entidad. Realizan fiestas, polladas y colaboran constantemente con la comisión directiva”. Son alrededor de 30 chicos, que elaboran y desarrollan eventos. De esa manera se perfilan además como futuros dirigentes, continuando el legado de sus antecesores.
 
  La juventud como conductora social respondió a las entidades barriales deportivas, logrando rescatar los espacios y generando la multiplicidad de voces necesarias para la constante construcción y renovación popular. Muy lejos de aquellos valores de instituciones líderes, que se buscaba bajo el vaciamiento económico de las azotadas épocas argentinas. 


“Es un principio del proceso. Sentimos esa alegría de hermanarnos, de haber entendido algunas cuestiones y de poder seguir avanzado desde ese punto de vista. Desde la unión y no desde la rivalidad. Eso nos enorgullece. Estamos contentos por el trabajo diario de un montón de gente. De pibes y pibas que están construyendo la realidad sobre errores, sobre dificultades, sobre necesidades, pero que siguen avanzando y se sigue construyendo”, remató Eduardo Dezorzi, partícipe de la refundación del Luchador.

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