Los nuevos directivos
Por Gisela Rodríguez
Los espacios sociales viraron prioridades con
el correr de los años, transformándose en espacios olvidados, perdiendo el
espíritu de inclusión y comunidad de las épocas pasadas. Las crisis y los
posteriores avances tecnológicos germinaron otras semillas en las sociedades y
los valores fueron mutando en otros ideales. Los paradigmas ligados a la
identidad se transformaron, a la par que el pueblo echó raíces.
Sin embargo, luego del camino recorrido por
los ciudadanos a lo largo de las décadas, se comienza a retomar nuevamente
aquellos rincones que el tiempo se encargó de borrar. Hoy resulta indispensable
que nuevamente se encuentren sitios de pertenencia generados desde la misma
célula social. Los desaciertos políticos y las épocas oscuras desviaron la
mirada de la construcción popular, aquella que busca un nuevo protagonismo en
los tiempos colectivos. En tales construcciones los clubes de barrio resultaron
ser la opción. Allí se congregaba toda la comunidad en torno a espacios de
esparcimiento deportivo, cultural, donde la participación resultó un factor
trascendental.
Hoy es la juventud la que impone la reconstitución
de esas fuentes de inclusión, para sobreponerse a la desaparición de los
mismos. A partir de la ayuda desinteresada logran construir proyectos a largo
plazo, en pos de desenvolver una correcta conducción de las entidades.
En el barrio La República de la zona
oeste rosarina, el Club El Luchador se emplaza como un símbolo de
reconstrucción y asunción de responsabilidades por parte de los jóvenes.
Eduardo Dezorzi nació bajo la influencia del club social y con el tiempo
entendió que la salvación de dichos espacios se centraba en el compromiso
propio y de sus pares. “Nosotros nacimos en este barrio y nos criamos en este
club, somos un grupo de amigos que siempre vinimos acá desde chiquitos a jugar
a la pelota. Nuestros abuelos eran directivos en comisiones anteriores.
Después
en los 90 por ahí teníamos una participación, o sea el club tenía una actividad
que estaba buena. Antes cuando nosotros éramos pibes el club tenía actividades,
deportivas, culturales, y una vida social que tenía que ver con el barrio en
general. A medida que íbamos creciendo, eso se iba perdiendo, o sea no tenía
que ver con la incompetencia de los que dirigían el club, sino con un problema
social que abarcaba esas épocas, que eran los años 90, en donde los espacios
públicos y de participación sufrían un vaciamiento importante”, remarcó Eduardo
Dezorzi.
Junto con otros jóvenes nacidos en el barrio
conformaron una subcomisión para evitar la desaparición del Luchador. “El
padrón de socios se redujo terriblemente, creo que había menos de 100 socios, y
nosotros éramos pibes y teníamos ganas de hacer muchas cosas. Nos dábamos
cuenta que el club se venía abajo y queríamos hacer algo porque lo sentimos
nuestro. Era nuestro espacio y teníamos que trabajar para que mejore. Allá por
el 2001 ya quedaban pocos dirigentes en el club, fueron muchos años de las
mismas conducciones y ya estaban cansados. Era gente grande que ya había
perdido un poco el empuje y nos abrieron las puertas para que empezáramos a
laburar y ahí nos dieron un poco más de autonomía, y el otro poco que no nos
dieron lo fuimos ganando poniendo el pecho”, recalcó. Así nació una subcomisión
de jóvenes que organizaba actividades para recaudar fondos y continuar
construyendo desde la cultura y la formación de los adolescentes.
“Las subcomisiones son uno de los elementos
más importantes de las instituciones”, remarcó Rolando Rigoli, presidente del
Club Atlético San Jerónimo. En la comuna del departamento de San Lorenzo se
distinguen las mismas realidades estructurales.
Los jóvenes han iniciado desde
hace algunos años el camino de la responsabilidad social con las entidades
deportivas y culturales. “Como todo club de pueblo chico nuestra infancia fue
plenamente plasmada en el club, desde las colonias de vacaciones en verano y mediante
los partidos de fútbol y tenis infantil”, argumentó Germán Godoy, miembro de
uno de los espacios de mayor importancia de participación. En noviembre de 2010
surgió la
Agrupación Juvenil Bosque Suizo, parte trascendental del Club
Atlético San Jerónimo. “Veíamos que año a año el club decaía estructuralmente.
El camping se vislumbraba cada vez más viejo y no se realizaban casi
modificaciones. No existía un mantenimiento adecuado de las instalaciones.
Cansados de esa realidad y viendo cómo progresaban los clubes vecinos, nos
convocamos jóvenes de entre 18 y 26 años para levantar y renovar nuestro amado
club”, argumentó Germán.
El actual presidente de la entidad, Rolando
Rigoli, admitió las falencias que presentaba la institución en materia edilicia.
“Verdaderamente no existía el dinero necesario para realizar las reparaciones
de envergadura”, agregó. La juventud entonces se puso en contacto con un vivero
obteniendo la donación de gran cantidad de plantas y se realizó la construcción
de un deck contiguo a la pileta de la entidad. Se mejoró de ese modo el espacio
más concurrido por los asociados, pero luego las obras quedaron truncas por
falta de aportes económicos.
Rolando Rigoli
Germán Godoy expresó:
“Lo primero que se nos ocurrió fue hacer empanadas y salimos a vender llagando
a más de cien docenas. Un éxito rotundo, pero nos consumía mucho esfuerzo y
gran cantidad de tiempo. Luego se nos ocurrió la idea de organizar una fiesta
para todos los jóvenes del pueblo y localidades vecinas”.
La juventud se puso a disposición de la
construcción de la comunidad. Se generan así las herramientas necesarias para
que los espacios permanezcan activos y signifiquen un beneficio para la
sociedad entera. “Los jóvenes se encuentran trabajando con mucho ímpetu. Son chicos
que están realizando un esfuerzo importante porque están trabajando y
estudiando, y a la vez se juntan para ayudar al club. Están haciendo las cosas
bien, siempre apoyándose en gente mayor y consultando las acciones que plantean
para el club. Sin dudas que es el puntapié inicial para que luego de unos años
puedan llegar a ser directivos del club”, sentenció Rimoli, el presidente.
Las generaciones se comienzan a suceder a
partir de las enseñanzas que dejó el pasado y las posibilidades que brinda el futuro.
En el club El Luchador de Rosario, el tiempo ya maduró el proceso, denotando la
participación activa de aquella juventud comprometida que se inició a partir de
una subcomisión. Allá por el 2002 cada vez más integrantes se fueron sumando a
la conducción, consensuando las decisiones con los antiguos dirigentes que
todavía permanecían. Desafío y aprendizaje constante que se completó en el 2006
cuando los jóvenes estuvieron listos para gobernar. Responsables directos y
partícipes de la nueva historia. “Empezamos a hacernos cargo --reconoció
Eduardo Dezorzi, integrante del Luchador--. Sabíamos que teníamos que romper
con muchas cosas que estaban establecidas. La participación de los jóvenes
permitió que se empiece a pensar a la entidad como un lugar de distensión,
eliminando las estructuras sectarias planteadas en años anteriores”.
La zona norte de Rosario tampoco quedó ajena
de tales ideales. El Centro Cultural San Martín fue recuperado por los pibes
del barrio con la única de finalidad de romper con los estereotipos de la
conducción pasada y abrir las puertas de un espacio para la utilización de
todos. “Los que estaban antes gobernando la institución sólo se encargaban del
desarrollo del sector del buffet y de la cancha de bochas”, argumentó Esteban
Ortega, uno de los jóvenes que trabajan en el club. “Fue inevitable llevar
adelante un cambio porque se trasformó también la visión a nivel social y
económico. Ahora los procesos se basan en la autogestión, participación y
apertura social”. A partir de los cambios de paradigmas los jóvenes fueron
ganando espacios, fundamentando su construcción. “Estábamos inmersos en el tema
y por ello tuvimos que tomar responsabilidades”, sentenció Ortega, partícipe de
un renovado club San Martín de zona Norte.
Al sur también se respetan dichos paradigmas.
En la localidad de Álvarez, el Sportivo Fútbol Club reúne un caudal destacado
de jóvenes entusiastas trabajando para la entidad. El secretario de la
institución, Germán Buccolini, expresó al respecto: “Hace tres años muchos
chicos del club vieron la necesidad de ayudar de manera activa y se creó en
febrero del 2009 el grupo de adolescentes que contribuye con aportes a la
entidad. Realizan fiestas, polladas y colaboran constantemente con la comisión
directiva”. Son alrededor de 30 chicos, que elaboran y desarrollan eventos. De
esa manera se perfilan además como futuros dirigentes, continuando el legado de
sus antecesores.
La juventud como conductora social respondió a
las entidades barriales deportivas, logrando rescatar los espacios y generando
la multiplicidad de voces necesarias para la constante construcción y
renovación popular. Muy lejos de aquellos valores de instituciones líderes, que
se buscaba bajo el vaciamiento económico de las azotadas épocas argentinas.
“Es un principio del
proceso. Sentimos esa alegría de hermanarnos, de haber entendido algunas
cuestiones y de poder seguir avanzado desde ese punto de vista. Desde la unión
y no desde la rivalidad. Eso nos enorgullece. Estamos contentos por el trabajo
diario de un montón de gente. De pibes y pibas que están construyendo la
realidad sobre errores, sobre dificultades, sobre necesidades, pero que siguen
avanzando y se sigue construyendo”, remató Eduardo Dezorzi, partícipe de la
refundación del Luchador.
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