jueves, 28 de junio de 2012

Ballas, el hombre que le 
ganó por KO a las drogas
El ex campeón mundial de boxeo cuenta cómo pasó de estar en
la gloria a vivir en la calle a raíz del consumos de cocaína.

Por Román Garrone
Gustavo Ballas se convirtió en el primer campeón mundial argentino, invicto, de la categoría Gallo Junior tras vencer al coreano Suk Chul Bea en el round 11, el el 12 se septiembre de 1981. Pero después de llegar a la cima del pugilismo cayó en las drogas y en el alcohol hasta el punto de vivir en la calle. Con el tiempo pudo salir y se dedicó a dar charlas sobre adicciones. Esta leyenda del deporte nacional, que se crío con su padre y sus hermanos, ya que su madre los abandonó, hizo un repaso sobre su vida: a  los 10 años  tuvo que dejar el colegio y salir a la calle para llevar unos pesos a la casa, trabajó de lavacopas en un bar de Villa María y luego comenzó su carrera de boxeador, disciplina en la que tenía como ídolo a Nicolino Loche.

¿Cómo empezaste a boxear?
Cuando estaba en el bar limpiando las copas, escuchaba radio Rivadavia donde peleaba quien para mí el mejor boxeador argentino: Nicolino  Loche. Y es en ese momento en que decidí ser alguien en la vida y empecé a boxear. Me llamaba la tensión la manera de pelear de él y quise imitarlo.
 
¿Cómo fueron los primeros entrenamientos?
Fue algo raro cuando me vieron por primera vez en el gimnasio. Yo era flaquito, menudito y todos dijeron: “¿Qué hace este pibe acá? Fue tanta la insistencia, que al final me dejaron entrar, de una me pusieron los guantes y un negro grandote frente a mí. Y como yo quería ser como Nicolino, lo primero que hice fue ponerla la cara y bajar los brazos para esquivar las trompadas, pero de dio una paliza tremenda. No arrugué y al otro día fui de nuevo, pasó el tiempo y quedé como boxeador.


¿Dónde fueron las primeras peleas?
Como boxeador amateur disputé cerca de ocho peleas en Villa María, donde las gané a todas. Mi entrenador era Alcides Rivera y luego fui a Mendoza.  Ahí conocí la escudería de  Francisco "Paco" Bermúdez, donde entrené cuatro meses en un rincón sin poder usar la bolsa de box, porque los más grandes no me dejaban. Hasta que escucho que alguien me llamó y me tocó hacer guantes con Modesto Gómez. Era mi oportunidad de pegar el salto y así fue como empezó mi carrera profesional. A los 19 años ya llenaba el Luna Park y me comparaban con mi ídolo. Un cambio rotundo para mi vida.

¿Estabas preparado para este cambio?
No. Yo cuando volvía a Villa María iba a los bailes y siempre bailaba con la más fea. Claro, yo era el “negrito” que lavaba copas. Cuando iba a Buenos Aires, hacía presentaciones en los boliches, bailaba con la cara bonita y la de mejor perfume. No estaba preparado. A mí en mi casa me prepararon para dar golpes y recibir.

¿Por qué fuiste a Mendoza?
Porque averigüé donde entrenaba y vivía Nicolino. Yo quería conocer a la persona que tanto admiraba. Agarré un bolsito, donde llevaba más ilusiones que ropa, y partí para Mendoza. Me ayudó mucho el doctor cardiólogo  Titole de la Mayore.

¿Cómo era tu relación con Nicolino Loche?
Muy buena. En esos cuatro meses donde estuve entrenando en Mendoza, aprendí mucho de él. Un día, en un entrenamiento, me esperó para llevarme a mi pensión, algo raro en él, debido a que siempre que él terminaba se bañaba y se iba.



Yo tenia una alegría impresionante,  hizo tres cuadras y frenó. Me dijo: “No te voy andar con vueltas. Tenés que viajar a Córdoba porque murió tu padre”. No lo podía creer, tenía 16 años. Fui a la pensión para buscar mi ropa y él no me lo permitió. Me dijo, “andá así como estás, porque si te vas con la ropa, no volvés más y Mendoza pierde un campeón del mundo”. Y era cierto, si yo me iba con la ropa, no volvía más. De ese entonces no me despegué más de él. Fue un tipo excelente. Lamentablemente le fue mal económicamente por ser buena persona, ayudaba a todos y yo siento que estoy en deuda con él ya que no pude estar en su velorio cuando el falleció. Estaba en Neuquén, por el tema de las charlas. Estaba en la habitación del hotel cuando me llamó mi señora y me dijo que ponga Crónica. El título era Murió Nicolino Loche. No lo podía creer. Como boxeador Nicolino hizo un arte del box, el arte de no dejarse pegar.  

¿Cómo llegaste a Buenos Aires?
Cuando estaba en Mendoza entrenando, justo ese día va a ver el entrenamiento Ernesto Mirreim y me vio haciendo guantes y enseguida llamó  Tito Lecture para contarle algo. Que estaba viendo al Nicolino Loche en miniatura. Yo me enteré de esto porque después me lo contó él.  Así es que caí en Buenos Aires y a los 19 años peleaba en el Luna Park, donde realicé la mayoría de mis combates.

¿Qué recuerdos tenés de la pelea del título que ganaste en el 81?
Fue algo impresionante. Recuerdo que el árbitro me decía que pare la pelea, porque yo no daba más del dolor de muñeca. Esto lo sabían muy pocos porque la prensa no lo contó. Yo no sabia que estaba quebrado, sino me hubiese bajado. No era muy guapo, me subía al cuadrilátero para divertirme. Disfrutaba haciendo que el rival erre golpes. Pero lo que más recuerdo es que volví a ver a mi viejo, en la imaginación. El ya había fallecido.

Después de ganar el título, ¿qué pasó con tu vida?



Viene una etapa muy difícil. Ya tenía problemas con el alcohol. Pero me metí en la farándula, donde ya vivía como ellos, ya me creía un actor, estaba con las caras más bonitas. Fue en un departamento de estas caras bonitas, donde conocí la droga. Arranqué por curiosidad y cada vez necesitaba más y más. En eso perdí el título en la primera defensa. Luego me dieron dos oportunidades más y las perdí de nuevo. No estaba metido en el deporte. Estaba en otra, tenia problemas psicológicos y problemas con mi primer matrimonio. Luego decidí vender una casa que tenía en Mendoza y pensé en llevar a mi familia a Buenos Aires, pero otra vez las luces de Buenos Aires me encandilaron y compré alcohol y droga. Me olvide de mi familia, yo los abandoné. Cuando se me terminó ese dinero, los amigos del campeón se abrieron y empezó la peor etapa de vida. Empecé a deambular por las calles de Buenos Aires, estaba todo sucio, mugriento, me hacía pis encima, un desastre. Recuerdo que la gente, a pesar de todo me reconocía y me daba plata para comprar comida, y yo salía corriendo a comprar drogas. Estaba  enfermo, no me importaba  la familia, solo las drogas. Dormí en plazas, en las bocas de subtes, donde un día me desperté y había dos cirujas al lado mío tapados con cartón, y  dije no puedo ser esto, lloré sin parar. Me dolía todo, hasta el alma. Baje los brazos, y siempre digo que las drogas me ganaron por nocaut. Como un cobarde tomé la decisión de suicidarme. Mi vida no tenía sentido, no había razón para vivir. Decidí tirarme debajo del subte, pero cuando vi llegar semejante aparato me arrepentí. Luego llegué a robar para comprar. Robé un video club con un arma de juguete y asalté a un taxista con un tenedor. Por suerte me agarraron a los diez metro y caí en la cárcel de Caseros, donde hice un clic en mi vida. Me ayudaron a salir, hasta tal punto que en la actualidad, doy charlas por todos lados sobre el tema de drogas.

¿Cómo es eso de las charlas?
Una vez que salí de la cárcel, volví a Villa María, donde la gente me buscaba porque sus hijos o familiares tenían problemas de drogas y querían que los ayude. Yo en ese entonces tenía una motito blanca y con esa iba para todos lados. Después fui hablar con la Municipalidad, donde presenté un proyecto y arrancó el Centro Municipal Integral de las Adicciones, dependía de dos programas, uno era Vida para problemas alcohólicos y otro para adictos a las drogas. Después fui a Buenos Aires donde me mandaron a capacitarme en la Universidad del Salvador en el Instituto de Prevención de la Drogadependencia, y  egresé como Socioterapeuta en Adicciones y actualmente estoy disertando Charlas-Debate de Alcoholismo y Drogadicción y tengo mí propio consultorio.

¿Tenes algún proyecto?
Sí. Acá en Villa María se va armar un campo deportivo muy grande, donde quiero poner una escuela de boxeo recreativo para que vaya la gente grande aprender box y competitivo para aquellos que quieran ser boxeadores, pero con el requisito de que cada cuatro meses nos muestren las libretas. No quiero más Gustavo Ballas, “Mono” Gatica ni Rodrigo Barrios, quiero todos “Maravilla” Martínez.  

La pelea más difícil, ¿fueron  las drogas?
Sí, porque fue contra mi vida. Gracias a Dios le puede ganar. Pero ojo, esta pelea lleva ya 20 años y no hay round final, es una pelea que nunca termina. Yo voy hacer alcohólico y drogadependiente recuperado. Nosotros no nos curamos, nos recuperamos. Si yo estuviera curado, podría volver a tomar alcohol y drogas, y no puedo. Todas las mañanas me levanto, me miro al espejo y digo: “Hoy no voy a consumir alcohol ni drogas.

¿Alguna anécdota?
Recuerdo una cuando volví por segunda vez a Villa María, porque la primera fue cuando caí en una autobomba festejando el título mundial y mostrando el cinturón, que entro a Villa y veo afiches que decían partido homenaje a Gustavo Ballas. No lo podía creer yo. Tuve que  ir a la cancha donde estaba llena de gente y los jugadores de primer nivel. Tenía mucho miedo de cómo me iba a tratar la gente, porque la primera vez caí con el título, pero ahora venía de ser un desastre. Miedo a que la gente me gritara cosas feas. Entré con la cabeza gacha, los ojos cerrados y esperaba lo peor. En el sentido de que la gente me gritara drogadicto o alcohólico. Todo lo contrario sucedió. Cuando escuché el grito de “dale campeón, dale campeón”, me quebré, como hasta el día de hoy que lo cuento. Fue algo maravilloso. Nunca me voy a olvidar de eso.



 ¿Qué mensaje le dejas a los pibes que consumen?
 Algo que digo siempre cuando finalizo las charlas. Si van caminando por la calle y ven mierda, ¿qué hacen?, la esquivan o la pisan y todos responden: “La esquivo”. Entonces el día que le ofrezcan drogas esquívenla, porque  la droga también es mierda.


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