Por Marcos Cavalleri
¿Hay algo más
significativo que festejar el día de la madre en familia? Sí. Que Douglas Haig
gane por goleada de manera contundente ante Rosario Central. Si se le pudiera
agregar algo más, sería que la hinchada fogonera sea una fiesta y que la
parcialidad local termine insultando a dirigentes, cuerpo técnico y jugadores.
Eso era lo soñado desde un principio, cuando se comenzaron a vender las
entradas que volaron en dos días. Sin embargo, más allá de esa ilusión, la
gente vivía la previa del encuentro como una experiencia única e inolvidable.
La primera vez que el
primer equipo de Douglas Haig enfrentaba a un club grande del fútbol argentino
y era Rosario Central. La segunda vez que viajaban a una de las ciudades más
importante de la provincia de Santa Fe, ya que en la anterior oportunidad, fue
para dar un paso importante para ascender a la B Nacional. El debut en el
barrio de Arroyito ante más de 30.000 personas alentando al conjunto auriazul,
y como si eso fuera poco, la televisión fue testigo de semejante recuerdo rojo
y negro.
Cuando el Fogonero se
aproximaba a las inmediaciones del estadio, un trágico accidente ocurrió en uno
de los colectivos que los trasladaba. Había una persona caída en el medio de la
calle, custodiada por dos agentes policiales, esperando la llegada de la
ambulancia. Horas más tardes la noticia se hizo saber por completa, un
simpatizante se cayó al pavimento desde el colectivo y fue arrollado por el
mismo. Sufrió varias fracturas y terminó hospitalizado. Un inadaptado más, de
tantos que hay en el ambiente que rodea al fútbol argentino. Pero justamente los
inadaptados no son siempre simpatizantes de equipos, algunos con uniformes que
se hacen llamar “encargados de seguridad”, reprimieron sin sentido con disparos
a la hinchada visitante. El ingreso transcurría con total tranquilidad, a pesar
de que las parcialidades se cruzaban debido a la mala organización de la
policía rosarina.
Más allá de los
lamentables episodios, como no podía ser de otra manera, el Fogonero copó en
gran número el sector asignado de la popular visitante. La gente comenzaba a
vivir el partido como una fiesta, y ya desde muy temprano se hacían presentes
las alegrías, porque Adrián “el bati” Aranda puso el 1 a 0 para Douglas. Los hinchas
rojinegros quedaron atónitos ante semejante inicio del juego.
Los platillos y bombos
sonaban con más énfasis a partir de la ventaja del conjunto dirigido por Omar
Jorge. Los jugadores sabían lo que se estaban jugando más allá de los tres
puntos en disputa de cada cotejo. El corazón, la garra y la entrega, fueron
condimentos infaltables en los responsables de semejante hazaña del club de
Pergamino.
En el inicio del
complemento, Central llegó a la igualdad a cargo de su mejor jugador en los 90
minutos, Fernando Coniglio. Las cosas parecían complicarse para el Fogonero, la
gente comenzó a entender el lugar en el que estaban y las sonrrisas
desaparecían de poco. El calor del público local se hacía sentir, y la presión
en los gladiadores rojinegros se apoderaba de sus cuerpos con el correr de los
minutos en cancha.
Un excelente dominio de
balón ante un centro cruzado y abierto a la derecha, un caño ante la salida
apurada del defensor Carlos Casteglione, apertura hacia la derecha con un
pequeño toque para acomodarse y sacar terrible zapatazo que se metió en el
ángulo superior derecho del arquero Mauricio Caranta, y todos los fogoneros en
una sola avalancha a gritar el segundo gol de su equipo. Pero todos se
preguntaban, ¿quién hizo semejante gol? Es que minutos antes, el entrenador
rojinegro había metido mano en el equipo e hizo ingresar a Miguel Alba, quien
se despachó con una memorable jugada unipersonal que llevaría
a escribir una página más de la historia de Douglas Haig de Pergamino.
La gente en un solo
grito de aliento e incrédula por lo que estaba sucediendo, no paraba de cantar
un segundo. Mientras que del otro lado se podían apreciar incidentes en el
sector preferencial donde comúnmente se encuentran los directivos de Rosario
Central. Los locales encendidos en insultos que caían de los cuatro costados
del estadio y los visitantes disfrutando de una fiesta nunca antes vivida. Y
para coronar un hermoso día y antes los insistentes cánticos de los Fogoneros,
nuevamente Alba se aprovecho de una defensa calamitosa y puso las cosas 3 a 1.
Para lo único que
quedaba tiempo es para que el árbitro haga sonar su silbato y finalice el
histórico día para la institución más grande de Pergamino. Todos los hinchas se
fueron del Gigante de Arroyito con el anhelo de haber dejado todo en las
tribunas, y que sus jugadores estuvieron acorde a la altura de las
circunstancias.
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