Un final de película
en Central vs. Huracán
Los dirigidos por Juan Antonio Pizzi derrotaron al Globo,
en Rosario, y quedaron a un punto del líder Instituto
Por Marcos Cavalleri
En un partido de fútbol, no siempre lo más atractivo está dentro del campo de juego y mucho menos si el encuentro a disputar es en una de las ciudades más futboleras como Rosario. El domingo 6 de mayo Rosario Central enfrentaba a Huracán con el objetivo de ganar y quedar a tan sólo un punto del líder del campeonato, Instituto. La gente concurría al estadio desde muy temprano, ya que el match se disputaba un poco antes del mediodía. Algunos entre dormidos, otros conversando qué podría suceder durante los noventa minutos, y muchos eufóricos. Canciones, gritos, bocinas y colectivos desbordados, eran algunas de las situaciones que se apreciaban camino al Gigante de Arroyito.
El estadio estaba repleto y el público ansioso por ver a sus jugadores festejando algún gol, aún antes de comenzar el partido. Se percibía una mezcla de adrenalina, alegría, deseos, nerviosismo y demás sensaciones similares a las de una final. Es que, sin lugar a duda, el conjunto auriazul debía ganar para poder seguir soñando con el ascenso a la Primera división del fútbol argentino.
Los equipos salieron al campo de juego y el recibimiento para el local fue toda una postal. Lluvia de papeles, bombas de humo azul y amarillo y la bandera gigante que ocupaba toda la popular que da al río Paraná.
El árbitro marcó el inicio del partido y la gente comenzó a vivir una de las últimas siete finales que le quedan a los dirigidos por Juan Antonio Pizzi. Más allá de merecimientos, virtudes o falencias, el hincha canalla sólo quería ganar y seguir en lo más alto de la tabla. Los minutos pasaban y el nerviosismo aumentaba más. Los goles no llegaban y parecía una mañana gris a pesar del radiante sol que se hacía presente en el estadio mundialista. Recién en la segunda mitad una pelota alta, que parecía no bajar nunca, terminó ingresando en el arco del arquero de Huracán. La historia ya comenzaba a cambiar. Las cuarenta mil personas presentes comenzaron a relajarse un poco y dedicarse a disfrutar de lo que parecía un partido más, pero no lo era. Atrás quedaban las dudas cuando con el correr de los minutos llegaron dos alegrías más para Rosario Central.
El tiempo corría, los minutos se agotaban y los canallas daban otro paso a adelante por la lucha del ascenso a la máxima categoría. El árbitro decretó el final y sólo quedó tiempo para los festejos. La gente se abrazaba emocionada liberando toda la tensión que había en ellos durante los noventa minutos. Una final anticipada que los jugadores auriazules mostraron estar a la altura de las circunstancias. Atrás quedaron aquellas épocas de derrotas y empates en momentos decisivos. La victoria se hizo presente en el Gigante de Arroyito.
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